En tiempos de descontento social, cuando el pueblo expresa su hartazgo por la falta de resultados reales en Oaxaca, surgen personajes que, con la “cara sucia”, pretenden aprovechar el hartazgo para reposicionarse políticamente y erigirse como salvadores ante las promesas incumplidas del Gobierno de la llamada Primavera Oaxaqueña. Olvidan —o quieren que olvidemos— que fueron parte del problema que hoy critican.
Uno de esos casos es el de Benjamín Robles Montoya, actual comisionado político del Partido del Trabajo en el estado, quien apoyó sin cuestionamientos a Salomón Jara Cruz al formar parte de la coalición Juntos Hacemos Historia (Morena-PT-PVEM), proyecto que hoy gobierna Oaxaca.
Fue parte del mismo entramado político que prometió un cambio profundo, pero que en la práctica reprodujo vicios del pasado: concentración de poder, exclusión de liderazgos comunitarios, reparto discrecional de obra pública y abandono a sectores productivos como la construcción y el comercio local.
Hoy, Robles Montoya intenta desmarcarse del deterioro institucional, usando un discurso en el que se presenta como oposición, pero que en realidad busca borrar su propia complicidad histórica y llenar sus bolsillos a costa del chantaje y manipulación –¿acaso sus peticiones al actual gobierno fueron demasiado pretenciosas?–.
Recordemos que este personaje utilizó la misma táctica en el sexenio de Gabino Cué Monteagudo, del cual dirigió su campaña a la gubernatura por la coalición “Unidos por la Paz y el Progreso” (PAN-PRD-Convergencia- PT) y al obtener el triunfo ocupó el cargo de secretario particular del Gobernador y de coordinador de Módulos de Desarrollo, para después acusarlo de corrupción y malversación de recursos solicitando juicio político (¿le suena esto familiar?)
El ex senador, ex diputado federal y operador del PT ha recorrido recientemente varias comunidades del estado hablando de corrupción, traición y olvido. Pero a él se le olvida decir que fue uno de los promotores más activos de ese mismo sistema que hoy pretende denunciar.
Fue cercano a los liderazgos que hoy se señalan por acaparar el poder. Participó en la estructura que hoy margina a quienes no se alinean políticamente. Calló cuando más se necesitaba la voz crítica.
Hoy Oaxaca no necesita de discursos que infundan odio entre ciudadanos para tratar de enmendar y favorecer a este tipo de personajes que pretender hacer leña del árbol caido.
En política no todo se olvida. El pueblo sabe quién caminó con él y quién solo lo visitó cuando le convenía. Hoy Oaxaca necesita liderazgos con valor, no con doble discurso. Necesita coherencia, no conveniencia.
Porque si algo ha dejado claro esta falsa Primavera, es que no basta con cambiar el color del discurso, ni con gritar más fuerte. Lo que se necesita es nacer desde el pueblo, no usarlo como escalera.